Quitando la máscara del ahorro (I) - La igualdad ahorro-inversión

. martes, 6 de septiembre de 2011
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La palabra ahorro es, probablemente, una de las más populares en tiempos como los que corren. Echamos la vista atrás, encontramos un consumo que superaba con creces el que podía dejarnos satisfechos y, ante la escasez actual, nos castigamos: ¡Ay! Si hubiésemos ahorrado...
Pero es que ahorrar no es algo tan fácil; y desde este blog hemos invitado a un par de amigos, George y Lennie, para demostrarlo:

Lennie es un simpático personaje, grandote y torpe a partes iguales, que adora a los conejos, pero es incapaz de atraparlos. 
George, por su parte, es un hombre significativamente más hábil que Lennie, pero en absoluto alcanza su tamaño, y pasa auténticos apuros para cargar los fardos de paja que necesita mover a diario en su granja. 

Prácticamente hechos el uno para el otro, llegan a un acuerdo: George atrapará conejos para Lennie, que se los comprará a dos monedas por conejo, y Lennie cargará fardos para George, a moneda por cada fardo

Finalmente, el mejor equilibrio para ambos consiste en que, cada semana, George conseguirá un total de dos conejos (cuatro monedas) y Lennie, a cambio, cargará para él cuatro fardos (también cuatro monedas).

Todo funciona perfecto para ambos. Cada semana, Lennie se hace con dos conejos para acariciar, y George se libra de tener que cargar cuatro fardos, ¿acaso no era lo que pretendían?
Mas, cosas de la vida, ha de acabar llegando el ahorro a complicarlo un poco:

-He pensado, George -anunció de pronto Lennie -que sería bueno que ahorrase algunas de las monedas que me das. Quizás así, aunque tuviese que acariciar menos conejos por un tiempo, podría acabar teniendo muchas muchas monedas para comprarte material de la granja y que me hicieras un pequeño corral para criar mis propios conejos... ¡Podría tener cientos de ellos!

-Em... Lennie -reparó contrariado George, con cierto tono estupefacto -¿y cómo se supone que pretenderías hacer eso?

-Mira mira, te gustará, lo tengo todo pensado: Te cargo los cuatro fardos por cuatro monedas, pero, en lugar de dos conejos, te compro sólo uno, por sus dos monedas... Y así ahorraría dos monedas cada semana. En unas semanas, ¡podría comprarte el corral!


Arrojando su cigarro al suelo, el más pequeño de los dos hombres apoyó una mano sobre su compañero, en un gesto que no venía sino a decir "veamos, a ver cómo de dura tienes esa mollera".

-En verdad eres tan torpe como has parecido siempre, buen amigo. Pero no eres tan tonto. Si nada más me compras un conejo a la semana, ¿cuánto dinero ganaré yo?
-Dos... dos monedas, ¿no George?

-Y, con esas dos monedas que gano, ¿cuánto fardos podré comprarte? ¿seguiré comprándote cuatro, acaso?

-No... -respondió entonces Lennie, visiblemente afligido.

-¿Cuántos podré comprarte, grandullón?

-Dos, George, no te pases. Y no ahorro nada cambiándote dos fardos por un solo conejo, ya, ya lo he pillado.

-No existe el ahorro, Lennie. El ahorro es una ilusión. Y los hombres de verdad no vivimos de eso. ¿Por qué no vas acostumbrándote?




Recapitulando: Lennie decide ahorrar, disminuyendo los ingresos de George, que reducirá sus compras a Lennie hasta que éste vuelva a no ahorrar nada... y un par de tipos que estaban dispuestos a cambiarse cuatro fardos de paja por dos conejos, comenzarán a cambiarse menos.

Curioso, cuanto menos.

¿Significa esto que ahorrar es imposible? No, claro que no. Existen algunas posibilidades en las que nuestros chicos no han reparado: El día que George se percate de que Lennie pretende ahorrar exclusivamente para comprarle un corral a él  mismo, podemos dar por descontado que se golpeará la cabeza para castigar su propia estupidez. Efectivamente, no tendría mayor problema en perder algo de dinero durante unas semanas, ¡puesto que habría de recuperarlo todo! El proceso sería el siguiente:

Cada semana, Lennie cargaría los fardos por cuatro monedas, y George le vendería un conejo por dos. Sin embargo, al tiempo, George podría ir construyendo el corral para Lennie. Sabiendo que el grandullón empleará las dos monedas que ha ahorrado en comprar el corral, podríamos decir que George no ha perdido dinero, puesto que el corral que ha estado construyendo “vale” exactamente la cantidad de dinero perdido, que es lo que se pagará por él. Nos encontraríamos así ante lo que sería un claro caso de inversión y, como en nuestra historia, el hecho de que el ahorro exista es perfectamente factible en su convivencia.


No se trata de un mero ejemplo; en términos macroeconómicos, la cantidad total de ahorro e inversión han de ser idénticas para poder hablar de equilibrio. Y debemos poder hablar de equilibrio para poder hablar de sostenibilidad.

Así pues, nos encontramos ante la que probablemente es la identidad más intratable de la economía moderna: Una de las menos intuitivas, pero desgraciadamente elemental. La igualdad ahorro-inversión.

Matemáticamente es mucho más sencillo:
El dinero se mueve hasta distribuirse entre el conjunto de las familias por dos causas: Consumo e inversión.
Renta = Consumo +Inversión(1)

Una vez lo posean, las familias lo emplearán para dos fines: Consumo y ahorro.

Renta = Consumo +Ahorro

Creo que hasta George y Lennie estarán de acuerdo en que:

Consumo +Ahorro = Consumo +Inversión => Ahorro =Inversión

Y terminamos fijándonos en algo: Para que las familias ahorren más, han de consumir menos. Para que ese ahorro se sostenga, hemos defendido que ha de crecer igual la inversión. Por tanto, al hablar de "ahorrar más" estaríamos pidiendo un crecimiento de la inversión ante una disminución del consumo...

Contraintuitivo, por lo pronto. ¿Estamos de acuerdo?

Es por ello que el ahorro, como tal, no es sostenible por sí sólo. El esfuerzo de ahorrar por ahorrar es lo que hubiera llevado a Lennie y George a intercambiar tan sólo dos fardos por un conejo, y si hubieran seguido empeñados en ahorrar habrían acabado con todo intercambio cerrado.

#cuidadoconloqueopinamos

(1) En realidad, estamos obviando en esta relación la existencia de un sector exterior: Lo hacemos con afán didáctico, pretendiendo incidir exclusivamente en la naturaleza del ahorro. La relación exterior no influiría de considerar que el saldo exportaciones-importaciones no varía; de hecho, un aumento en el consumo empeora dicho saldo exterior, haciendo necesario un aumento en la inversión que iguale el aumento en el ahorro más el desajuste exterior para mantener el equilibrio.

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